lunes, 3 de diciembre de 2007

CONTINUACION DE LA ESTACION DEL OTOÑO

PARTE ONCE
Continuación de la estacion del otoño.

Criticado, discutido y juzgado el soneto del gato manchado, volvamos a nuestra historia. Lo que equivale además, a continuar con el soneto pues no lo cite por si acaso, si porque ese soneto tiene que ver con el desarrollo de los acontecimientos.
Sucedios asi: en el último día de verano, después de aquella cena ente la golondrina y el gato, el tuvo una larga conversación con la lechuza. De todas las criaturas del parque, la lechuza era la unica que estimaba al gato Manchado, como ya fue dicho. En aquella noche después de lo ocurrido, la golondrina no volvio. El gato intento comprender lo que estaba sucediendo con ella, entre que sentimientos contradictorios se debatia. Envuelto en tristeza y soledad, resolvio ir a conversar con la luchuza. Ella despertaba de su sueño de anciana y abria los ojos para la noche, su amiga querida.


El gato se sento sobre un gancho del árbol donde vivia la lechuza, primero hablaron de cosas indiferentes. Luego la lechuza siendo adivina, percibio lo que traia al gato manchado hasta su casa. Fue franca:
No solo le conto los rumores del parque (que pisieron al gato casi loco de furia)
Y por fin le dio su opinión:
Viejo amigo, no hay nada que hacer. Como te pudiste imaginar que la golonrina te iba a aceptar como marido? Nunca ha habido un caso asi, incluso si ella te amase.- y quien te afirma que ella te ame? – jamas podria casarse contigo. Desde que el mundo es el mundo, las golondrinas tienen prohibido casarse con gatos.


Esa prohibición es mas que una ley y esta implantada con profundas raices en el corazón de las golondrinas.


Dices que ella gusta de ti, que si dependiece de su voluntad… puede ser, te creo seguro que si. Pero mas fuerte para ella, debe respetar la ley de las golondrinas. Porque esta dentro de ella desde su mas viejo abuelo, desde la primera golondrina. Y para romper una ley, es preciso una revolución…
Finalizo, balanceando su cabeza:
En todo caso, sería hasta bueno que sucediese una revolucioncita… Estamos necesitandola.
El gato manchado no dijo nada. Ni el mismo que amaba a la golondrina y que soñaba tenerla a su lado. Olvidaría que las golondrina durmen en nidos sobre los arboles, en cuanto los gatos duermen en el suelo sobre trapos abandonados. Se despidio de la lechuza sin comentar sus palabras. Llegando a casa, comenzo a escribir el celebre soneto. En su elaboraciónllevo toda la noche y parte de la mañana siguiente. Todo lo que consiguió realizar fue la pieza ya juzgada y condenada.


No obstante, en aquel primer dia de otoño encontro a la golondrina. Ella estaba seria, ya no sonreia, no exhibia la sutil alegria de siempre, aquel aire de disponibilidad que era su mayor encanto.


Tampoco el gato manchado conseguia esconder su tristeza, le pesaban en el corazón las palabras de la lechuza. Caminaron en silencio, recorriendo los lugares en los que habian estado en la primavera y en el verano.
Una y otra vez intercambiaban palabras sueltas, pero ambos tenian ese aire de querer evitar un asunto que era inebitable.


Llego la hora en que la golondrina tenía que partir. El Gato le entrego su soneto. Ella volo,muchas veces miro hacia atrás, girando su gentil cabecita para verlo, tenía lagrimas en los ojos.
Al día siguiente, - ese fue el día más largo del otoño- ella no apareció. Inútilmente el rondó en las cercanias del árbol donde ella vivia, pero no la vio. Esa noche recordo los rumores del parque y entonces corrio como pato negro, l emetio un susto casi mortal al papagayo (que rezaba sus oraciones nocturnas), rasguño el hocico del perro diamarques, robo los huevos en el gallinero – y para colmo de maldad- no los robo para comerselos, sino para tirarlos en el campo. El temor al gato manchado volvio a habitar en el parque y las murmuraciones ruidosas se transformaron en susurros secretos.


En el tercer dia de otoño, la paloma mensajera le trajo desde muy lejos (tuvo el coraje para aproximarse) una carta. El gato la leyo tantas veces hasta que se la aprendio de memoria. Una carta triste y definitiva enviada por la golondrina Sinhá. Una golondrina jamas puede casarse con un gato. Decía tambien que ellos no debian juntarse más. En compensación decia que jamás fue tan feliz excepto en el tiempo en que vagabuendeaba con el gato manchado en el parque. Y terminaba:
Siempre tuya Sinhá.


Ella habia jurado no volver a verlo mas. Pero como ya dije y ahora repito, juramento de golondrina no merece confianza.Volvieron a pasear por el parque, a ir a los rincones que que habian descubierto durante la primavera. Solo que ahora csi no conversaban, era como si existiera una invisible cortina que los separaba.


Fue asi como paso todo el otoño,un tiempo gris, en el que los arboles se iban despidiendo de las hojas y el cielo se iba despidiendo del azul. Como el gato manchado volvio a ser temido y nuevamente volvio a vivir aislado de todos, sin conversar con nadiem no sabia que enla casa de la golondrina trabajaban seis arañas costureras que preparaban el ajuar de la joven novia. El casamiento del ruiseñor con la golondrina Sinhá estabafechado para el comienzo del invierno.
En el último día del otoño, dia humedo y ventoso, seguido por un viento que congelaba de frio, la golondrina quiso ir a todos los lugares que habia aprendido a amar en la primavera y en el verano.


Estaba extrañamente ruidosa y habladora, tierna y llena de dulcura, como si se hubiese abierto de repente la cortina que la separaba del gato manchado, como si hubiese traspasado de subito la distancia que les distanciaba. Era la misma golondrina de la primavera y del verano, un poco loca, y el gato la contemplaba conmovido.
Estuvieron juntos hasta que llego la noche. Entonces ella le dijo que esta sería la ultima vez que se verian, que se iba a casr con el ruiseñor, porque? Porque una golondrina no se puede casar con un gato.


Com ya lo habia hecho un cierto día, volo sobre el en un vuelo rasante, lo toco con el ala izquerda- Era su manera e besar- y esta vez el no pudo oir el latido de su pequeño corazón de golondrina, eran muy debiles sus latidos. Por los aires ella se fue, esta vez no miro hacia atrás.

CONTINUARÁ...


Criticado, discutido e julgado o soneto do Gato Malhado, volvamos à nossa história. O que equivale, aliás, a continuar com o soneto pois não o citei por acaso e, sim, porque ele teve que ver com o desenrolar dos acontecimentos.Passou-se assim: no último dia de Verão, após aquela cena entre a Andorinha e o Gato, este teve uma longa conversa com a coruja. De todas as criaturas do parque, a Coruja era a única que estimava o Gato Malhado, como já foi dito. Naquela noite, após o corrido, a Andorinha não voltara. O Gato tentou compreender o que estava se passando com ela, entre que sentimentos contraditórios se debatia. Envolto em tristeza e solidão, resolveu ir conversar com a Coruja. Esta acordava do seu sono de anciã e abria os olhos para a Noite, sua amiga querida.O Gato sentou sobre um galho da jaqueira, ao lado da Coruja, e falaram primeiro de coisas indiferentes. Porém a Coruja, sendo adivinha, percebera o que trouxera o Malhado até ali. Foi franca: não só lhe contou as murmurações do parque (que puseram o Gato quase louco de furor) como lhe deu, por fim, sua opinião:- Amigo velho, não há que fazer. Como pudeste imaginar que a Andorinha viesse te aceitar como marido? Nunca houve caso… Mesmo se ela te amasse – e quem te afirma que ela te ame? – jamais poderia casar contigo. Desde que o mundo é mundo, às andorinhas é proibido casar com gatos. Essa proibição é mais do que uma lei e está plantada com fundas raízes no coração das andorinhas. Dizes que ela gosta de ti, que se dependesse de sua vontade… Pode ser, acredito mesmo que sim. Mais forte que ela, porém, á a lei das andorinhas. Porque está dentro dela desde o seu mais velho avô, desde a primeira andorinha. E para romper uma lei, é preciso uma revolução…Completou, balançando a cabeça:- Aliás, era até bom que acontecesse uma revoluçãozinha… Estamos necessitando.O Gato Malhado não disse nada. Nem mesmo que gostava da Andorinha e que sonhara tê-la ao seu lado no pedaço roto de veludo. Esquecera que as andorinhas dormem em ninhos sobre as árvores, enquanto os gatos dormem pelo chão sobre trapos abandonados. Despediu-se da Coruja sem comentar suas palavras. Chegando a casa, começou a escrever o célebre soneto. Em sua elaboração levou toda a noite e parte da manhã seguinte. Tudo que conseguiu realizar foi a peça já julgada e condenada.Não obstante, naquele primeiro dia de Outono encontrou a Andorinha. Ela estava séria, não sorria, não exibia a leve alegria de sempre, aquele ar de disponibilidade que era o seu maior encanto. Também o Gato Malhado não conseguia esconder a tristeza, pesavam-lhe no coração as palavras da Coruja. Andaram em silêncio, percorrendo lugares onde haviam ido na Primavera e no Verão. Uma ou outra vez trocavam palavras soltas, mas tinham ambos o ar de quem quer evitar um assunto que se impõe.Chegou a hora da Andorinha partir. O Gato entregou-lhe o soneto. Ela voou, muitas vezes voltou a gentil cabecinha para vê-lo, tinha lágrimas nos olhos.No dia seguinte – ai, foi o dia mais longo do Outono – ela não apareceu. Inutilmente ele rondou nas proximidades da árvore onde ela residia, não a viu. Nessa noite lembrou-se das murmurações do parque e então correu com o Pato Preto, meteu um susto quase mortal no Papagaio (que rezava suas orações nocturnas), arranhou o focinho do Cão Dinamarquês, furtou ovos no galinheiro e – cúmulo da maldade – não os furtou para comê-los e, sim, para largá-los no campo. O temor ao Gato Malhado voltou a habitar o parque e as murmurações ruidosas amorteceram-se em cochichos segredados.No terceiro dia do Outono, o Pombo-Correio atirou-lhe de longe (cadê coragem para aproximar-se?) uma carta. O Gato a leu tantas vezes que até a aprendeu de memória. Uma carta triste e definitiva enviada pela Andorinha Sinhá. Uma andorinha não pode jamais casar com um gato. Dizia também que eles não deviam mais se encontrar. Em compensação falava que jamais fora feliz excepto no tempo em que vagabundeava com o Gato Malhado pelo parque. E terminava: da sempre tua Sinhá. Ela tinha jurado não mais o ver. Mas como já disse e agora repito, juramento de andorinha não merece confiança. Voltaram a passear pelo parque, a ir aos recantos que haviam descoberto durante a Primavera. Só que agora quase não conversavam, era como se uma invisível cortina os separasse.Foi assim que passaram todo o Outono, um tempo cinzento em que as árvores iam se despindo das folhas e o seu ia se despindo do azul. Como o Gato Malhado voltara a ser temido e novamente vivia isolado de todos, sem conversar com ninguém, não sabia que na casa da Andorinha trabalhavam seis aranhas costureiras que preparavam o enxoval da jovem noiva. O casamento do Rouxinol com a Andorinha Sinhá estava marcado para o começo do Inverno.No derradeiro dia do Outono, dia húmido e enevoado, percorrido por um vento que soluçava de frio, a Andorinha quis ir a todos os lugares que haviam aprendido a amar na Primavera e no Verão. Estava estranhamente faladora e ruidosa, terna e cheia de dengue, como se houvesse aberto de repente a cortina que a separava do Gato Malhado, como se houvesse de súbito transposto a distância que entre eles tinha se delimitado. Era a mesma Andorinha Sinhá da Primavera e do Verão, um pouco louca, e o Gato Malhado a contemplava comovido.Andaram até que a Noite chegou. Então ela lhe disse que aquela tinha sido a última vez, que ia casar-se com o Rouxinol porque, ai!, porque uma Andorinha não pode casar-se com um Gato. Como já o fizera certo dia, voou sobre ele num voo rasante, tocou-lhe com a asa esquerda – era a sua maneira de beijar – e ele não pôde desta vez ouvir o bater do pequeno coração da Andorinha, tão fracos eram os seus latidos. Pelos ares ela se foi, não olhou para trás.(continua)








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